Ezequiel Chirino se quedó sin empleo poco tiempo después de la muerte de su hijo. Entró al quirófano siete veces y por recomendación médica no puede trabajar más. La familia se sostiene con el sueldo de empleada doméstica de su esposa y el de su hija menor, que también estudia. “Estamos muertos en vida”, sentenció.
Comenzó el juicio por la muerte de Matías Chirino, el subteniente de 22 años que perdió la vida en un ritual de iniciación del Ejército Argentino en un regimiento de la localidad correntina Paso de los Libres. Dos años y tres meses después, su familia enfrenta a los siete militares, acusados de torturarlo hasta la muerte, mientras vive un verdadero drama.
Para mediados de 2022, Ezequiel Chirino tenía un trabajo estable que le permitía llegar a fin de mes junto con el sueldo de empleada doméstica de Mónica, su esposa y mamá de Matías. Con eso les alcanzaba para vivir junto a Ariana, su hija menor, y para ayudar económicamente a Matías, quien estaba a punto de recibirse del Colegio Militar en Buenos Aires.
El 19 de julio de 2022 todo se volvió un infierno para la familia Chirino. La noticia de que Matías había muerto tras haber sido torturado en un ritual de iniciación, lo que en la jerga militar se conoce como “bautismo”, provocó una cadena de desgracias.
Al poco tiempo de la muerte del joven de 22 años, su padre tuvo que dejar de trabajar por problemas de salud. “Yo tengo siete cirugías y cuando me pongo nervioso se me bridan los intestinos”, contó Ezequiel.
Los nervios y el estrés que le provocó pedir justicia por su hijo durante tanto tiempo le provocaron consecuencias prácticamente irreparables: “Hace ocho meses me tuvieron que operar por estar continuamente luchando por justicia. No puedo trabajar porque ya es la séptima cirugía”, explicó.
La situación causó un grave problema económico dentro de la familia, la mamá de Matías tuvo que hacerse cargo de la economía familiar con su sueldo de empleada doméstica y Ariana tuvo que salir a trabajar mientras avanza con su carrera universitaria.
“Tratamos de subsistir el día a día, con eso, se hace muy difícil llegar a fin de mes. Vivimos como podemos, es muy difícil la situación porque nos cambió la vida del día a la noche. Es algo inexplicable”, reflexionó Ezequiel.
Pero detrás de los problemas económicos que tratan de resolver día a día, se esconde una ausencia mucho más grande y que causa un profundo dolor en la familia: la muerte de su hijo mayor.
El parrillero, ese que está ubicado en el fondo de la casa de los Chirino, el que Ezequiel prendía casi todos los domingos antes de la tragedia, quizás sea el elemento que resuma el sentimiento familiar.
“Todos los domingos nuestro lugar era comer asaditos y si Matías no estaba, hacíamos videollamada. Pero si Mati estaba en la casa, era religión usarlo”, contó el padre de la víctima sobre los fines de semana previos al 19 de julio de 2022.
Hoy, ese fuego que se encendía cada domingo, no se prende hace más de dos años. “No lo usé más, me trae muchos recuerdos. Me es imposible entrar ahí, hasta el día de hoy es que no puedo”, dijo Chirino.
No es lo único que dejaron de hacer desde aquel día a hoy: “Son muchos hábitos que no hacemos más porque hay días que ni siquiera podemos estar en pie. Llega el fin de semana y para nosotros es una tortura”.
Chirino recordó cómo eran aquellos días en los que Matías se encontraba estudiando en Buenos Aires: “Todas las santas mañanas le mandaba un mensaje que decía “buen día flaquito, ¿cómo andás? y él solía responderme con una videollamada”.
“Durante ese tiempo en Buenos Aires todo el tiempo hablábamos con él y lo acompañábamos. Cuando podíamos, íbamos a visitarlo”, recordó sobre los cuatro años y medio que su hijo estuvo en el Colegio Militar.
Ezequiel contó cómo transitan este duro momento tanto Mónica como Ariana, la madre y la hija de Matías. “Mi señora también está destruida. Estamos todos con tratamiento psicológico, mi hija y yo también”.
“La vida de Matías obviamente que va a quedar en nuestro recuerdo, pero hasta el resto de nuestra vida estamos muertos en vida. No hay día en el que no pensemos en él. Es un infierno todos los días, hace dos años que no es vida. Estamos con el corazón destruido hasta hoy”, resumió Ezequiel.
Los tres están en Paso de los Libres, Corrientes, y estuvieron presentes en las tres jornadas que hubo del juicio. La semana próxima deberán afrontar otras tres y la siguiente serán dos más.
El papá de Matías dijo que “son días duros” y contó que se preparó psicológicamente para escuchar a los acusados por la muerte de su hijo: “Seguramente van a querer desviar todo lo que hicieron, va a haber mentiras que mi hijo no puede responder”.
“Imaginate que te quiten la vida de tu hijo a días de iniciar su carrera que le costó cuatro años y medio. Lo obligaron a ir antes y jamás pudo llegar al 20 de julio, donde iba a tener la autorización para comenzar su carrera”, recordó.